La ciudad y los astros
21 Oct 2024Este texto es el guión de una presentación para la primera Bienal de la ciudad de San Fernando, con el fin de crear un diálogo entre la ciudad moderna con la astronomía.
Hace un tiempo pedí un Uber, abordé el automóvil y el altavoz menciona que yo iba en dirección al departamento de videojuegos de la Universidad de Talca. La persona que manejaba se sorprendió y me preguntó qué iba a hacer ahí. Le dije que era científico y que tenía que hacer clases de física.
-¿Y dónde está la física en el día a día?- Me pregunta de vuelta luego de algunos segundos. Una sencilla pregunta me llevó a un colapso de ideas, tantas posibles respuestas y debía ajustarse a la situación el la que estaba.
La persona esperaba atenta la respuesta, mientras calculaba con naturalidad la trayectoria y velocidad de cada automóvil en el camino, mientras en su teléfono se activaban y desactivaba miles de millones de transistores en cada interacción con la pantalla, mientras los satélites en órbita recibían las señales y triangulaban con una exactitud ridícula nuestra posición en el mapa.
Mientras todo esto pasaba, entendí que el mayor logro de la física (y de las ciencias en general) es la forma implícita en la puede afectar a las personas: ya no es necesario saber con completo detalles de qué trata para poder manipular la realidad en la que estamos. Las máquinas y aparatos tecnológicos actuan en base a una especie de magia, en realidad no importa cómo, sino que realice su función.
-Tal ha sido el éxito de las ciencias que están en todas partes, tanto así que no somos consientes de su presencia.- Repliqué. No hablamos más.
Verán, este es un tema recurrente cuando conozco a alguien y comento que soy astrónomo, las preguntas que surgen rara vez son novedosas. Una de ellas, y la más frecuente es: ¿Para qué sirve la astronomía? La segunda pregunta es (por si quieren saber) si existen los OVNIS. Entonces, hablemos un poco sobre cómo la astronomía ha influido en nuestras ciudades.
La astronomía está en el origen de la humanidad, en los cimientos de toda nuestra vida. Cada pueblo originario que se enfrentó a la abrumadora realidad tuvo que realizar esfuerzos mentales gigantescos para poder explicar la vida, encajar los eventos naturales en este relato y crear cohesión entre todos los eventos que eran presenciados (terremotos, tormentas, volcanes, tornados, cometas, etc). Los cazadores recolectores dependían completamente de su conocimiento de la realidad para poder sobrevivir, y esto incluía observar el cosmos con mucha detención para saber qué comer y dónde encontrarlo.
El hecho de ver todos los días el sol una y otra y otra vez daba luces de una propiedad fundamental de la naturaleza: La periodicidad. Parecía que el sol y ciertas estrellas estaban más bajas en tiempos de lluvia y más altas cuando las flores llegaban, y observando las estrellas comprendieron que la tierra estaba en un ciclo que se repetía constantemente.
Es que “asumir” que un ciclo se volverá a repetir trae grandes beneficios: Si asumimos que los días se repetirán uno tras otro tras otro sin pausa ni averías, tendremos calendarios, tendremos cultivos, tendremos puntos de referencia para poder emprender viajes. Tendremos ciudades con ritmos de vida frenéticos y personas con rutinas bien definidas, en función del horario en el que suceda este increíble fenómeno físico llamado “órbita”.
Varias culturas meso americanas sabían que el cielo era cíclico: en cierto periodo de tiempo el sol volvía a salir tras las mismas montañas y se escondía en el mar en función de la altura que alcanzaba. Los Incas, por ejemplo, usando las llamadas “saywas”(1) para definir el intervalo de tiempo entre que el sol sale por el mismo lugar a través de los solsticios. Al considerar esta observación, los incas mezclaron las ideas del espacio y el tiempo, con el fin de planificar el futuro (¿predecir el futuro?) y crear la capital de Sudamérica.
La astronomía, que en un principio nació bajo el alero de la curiosidad, no solo nos enseñó a entender el cielo; también nos ayudó a organizar los periodos de vida en la Tierra. Al observar las estrellas y encontrar patrones, se desarrollaros herramientas para medir el tiempo.
En la actualidad, muchos de los avances tecnológicos que damos por sentado tienen sus raíces en los desafíos de estudiar el cosmos. Galileo usó el Catalejo, en ese entonces un arma de guerra, para realizar una locura y mirar las estrellas, encontrando realidades inquietantes. Los edificios y los puentes usan las Leyes de Newton para equilibrar sus fuerzas y con eso impedir la dinámica y el colapso. Pero Isaac Newton no estaba pensando en edificios al diseñar sus famosas ecuaciones, sino que en explicar el mecanismo físico que impulsaba las órbitas celestes.
¿Cómo observamos galaxias a millones de años luz? Con telescopios y detectores que han llevado la óptica, la electrónica y el análisis de datos a niveles que sólo la ciencia ficción lograba dilucidar. ¿Cómo entendemos el Big Bang? Con satélites y antenas que fueron perfeccionadas estudiando la radiación de fondo de micro-ondas para luego ser usadas en las comunicaciones inalámbricas que hoy conectan cada dispositivos.
Los algoritmos que ajustan y describen las imágenes astronómicas son los mismos que ahora mejoran las imágenes médicas, influyendo en la salud de las personas. Incluso la necesidad de analizar enormes cantidades de datos para estudiar nuestra vecindad solar ha impulsado la evolución del Big Data y la inteligencia artificial, dos herramientas clave en áreas como la predicción climática, el desarrollo urbano, y la economía global.
Cada avance astronómico, por distante que parezca de la vida cotidiana, tiene una forma de regresar a nosotros gracias a la transferencia tecnológica, en aplicaciones que transforman la realidad, aquí y ahora, en San Fernando.
El verdadero secreto del cosmos es que puede ser entendido. Las estrellas, las montañas y las ciudades hablan y la realidad puede ser cuantificada a través de las matemáticas: el idioma del cosmos.
San Fernando ya nos ha enseñado sobre cómo es posible la comunicación global a través del Ingeniero Santiago Astrain, y sólo es cosa de tiempo para que todas las ciudades nos enseñen algo sobre las estrellas.
Mirar al cielo es también mirar hacia adelante.
Referencias (1): https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-68942017000200133